26/11/09

17. Expectativas



Mis ojos miran a lo alto
De unos sueños
Que yo tengo y
Que ahí me esperan,
De unas ilusiones que
También ahí me aguardan.
Mi mente va más allá
De lo que mis ojos
Pueden ver frente a si.
Quiero alcanzar y tocar
La vida
Que yo puedo llegar a desarrollar.
En mi mente está,
En mis manos se apoyan,
Pero son mi corazón y mis pies
Los que tienen que dar el paso
Para poderlos alcanzar

Toca diana; una mañana más. ¿Será una de esas mañanas en las que uno prefiere quedarse un rato más o será una de esas mañanas en las que uno se levanta rápido, se siente ágil y parece que la noche ha rendido lo suficiente como para levantarse con todas las energías del mundo?

Pues si, hay días en los que uno necesita Dios y ayuda para levantarse y, en cambio, hay otras en las que parecemos gacelas que rápidamente emprenden el vuelo. ¿De qué depende ésta actitud? Recuerdo una persona que tendía a levantarse bastante tarde, pasadas las diez de la mañana, pero cuando quedábamos para ir de excursión a las 7,30 de la mañana estaba en pie y no hacía falta ni tan siquiera poner el despertador.

¿En que estriba esa diferencia? Cuando tenemos expectativas, planes, metas, objetivos, sueños o algo por lo que luchar parece que la noche rinde lo suficiente aunque durmamos pocas horas. La agilidad, la ilusión, la energía, la alegría y el buen humor pululan por todas partes. El tiempo pasa rápido, las actividades que acometemos no se hacen pesadas, nuestra manera de pensar parece mucho más positiva, los obstáculos nos parecen un reto divertido, parece que caminamos más ligeros y que el cansancio no hace mella en nosotros. Somos mucho más proclives a disculpar o incluso a reírnos y comprender nuestros errores y el de los demás.

Tener expectativas y sueños, retos u objetivos que acometer nos hacen, incluso, tener un sentido mucho más grande de responsabilidad y de compromiso con nosotros mismo y con los demás. Si nos fijáramos bien en nosotros mismos es como si fuéramos con la cabeza bien alta y mirando hacia el frente. Sentimos que estamos en un camino y miramos hacia el frente con la expectativa de encontrar esa meta y esos sueños como de una sorpresa que recompensa no un esfuerzo sino una ilusión. El peso se soporta e incluso aparece desapercibido cuando el sueño se comparte.

El optimismo y la apreciación positiva es la dinámica que suele haber. Los fallos, las limitaciones, el cansancio no tiene importancia. Es una auténtica diferencia de la vida relajada que podemos tener cuando no tenemos una meta, un sueño o una expectativa que acometer. Percibo que en estas situaciones puede haber una tranquilidad, o mejor dicho una situación que se puede confundir con la tranquilidad, pero que en el fono no es tal porque nuestros cuerpos parecen más pesados, con falta de agilidad, molestos ante cualquier nueva actividad o situación y mucho más vulnerables a un mal genio cuando alguien trata de interrumpir la comodidad en la que nos encontramos acomodados.

Las expectativas, los sueños, las metas, los objetivos y los retos aportan a nuestras vidas una calidad de vida que nos permiten ir, por lo general, con una sonrisa bien amplia en la boca y donde la vida parece incluso ser un juego más que un largo y tedioso camino a realizar.

Y es hora de levantarse. Y levantándome hoy no me queda otra que preguntarme cuales son los sueños con los que me levanto, las expectativas que tengo, los objetivos que quiero alcanzar o las metas que quiero conseguir. Agilidad, vida, alegría, optimismo, energía, ilusión, sonrisa, apertura a los demás, comprensión son toda una serie de emociones que me acompañarán más que nada porque son los ingredientes que llevan las expectativas en si. Y cuanto más grandes sean las metas mayor será la agilidad y la vitalidad que llevaré en el equipaje de mi cuerpo, de mi mente y de mi espíritu. Pero tengo que responderme a mi mismo y saber si hoy soy esa persona “enamorada” de mi mismo y de la vida.

¿Qué tal si te escuchamos a Demi Roussos en un Mundo de Hombres Niños?