2/6/10

Arriesgarse



Arriesgarse produce ansiedad,
pero no hacerlo significa perderse a uno mismo…
y arriesgarse en el más alto sentido,
es precisamente tomar conciencia de uno mismo.

 
Kierkegaard

 
Es curioso me encontré ésta frase rebuscando un tema en un libro que había comprado ya hace unos años y que no había vuelto a tocar. Y me ha llamado la atención porque a lo largo de mi vida he temido que asumir riesgos y riesgos. Es curioso como unos los afrontas de una manera y otros en cambio, los afrontas, como dice Kierkegaard, con un alto índice de ansiedad, de miedo y de inseguridad. Hay riesgos en los que te juegas la vida, los hay en los que te juegas tu economía, pero también los hay en los que te juegas tu ser o no ser, riesgos en los que parece estar en juego tu identidad de padre o madre de familia, tu sentido de pertenencia a un grupo o a otro, riesgos de ser aceptado o rechazado en un trabajo, en una organización o incluso por aquellos a quienes quieres o que dicen quererte. ¿Qué hay detrás del riesgo? Miedo a perder, a dejar de ser, a no ocupar un lugar que crees que es el que te corresponde.
Ante el riesgo buscamos la seguridad, aquella que nos permita sentirnos, de forma equivocada o no, que somos y representamos algo para alguien, bien sea una persona, un organismo o una institución. La sonrisa falsa que nos acepta, el servilismo cruel en el que caemos, o el sentirnos meramente un número con ciertos tipos de derechos nos da cierta satisfacción y complacencia que, a la larga, producirá dentro de uno mismo un vacío y una soledad mucho más grande: la soledad de uno consigo mismo y el vacío de no poder ofrecer a los demás lo que uno es.
Hay momentos en los que el riesgo ha batallado conmigo mismo. Consciente de unos valores y la cobardía o el miedo de luchar por ellos por el simple miedo a perder lo que posiblemente más quería en esos momentos y representaba para mí lo más grande en el mundo. Por momentos claudicaba, pero claudicando, resignándome y escondido dentro de la aparente seguridad resaltaba la conciencia de mi mismo que me ponía entre la espada y la pared, entre lo que ccreía y lo que hacía, haciendo posible que lo que tenia no lo gozara y al no gozarlo sentir que no lo tenía en mi vida. En estas circunstancias batallaba dentro de mi el ser o el no ser, el vivir en plenitud o el ser un mandado más sin ser yo el responsable de mi vida y de mis decisiones, viviendo la angustia de ser incapaz de asumir un riesgo y la angustia de enfrentarme a un yo que no era el real, el que habitaba en mi.

 
No responsabilizarse del objetivo como persona,
es decir,
no asumir que nuestra finalidad es llegar a ser
quien realmente somos,
es dejar que la propia existencia sea un accidente.

 
Iosu Cabodevilla

 
Y tal vez la experiencia me dice que sentirnos parte de la vida como accidente, como efecto, como resultado de lo que otros dicen, ordenan y mandan, no es ni la mejor manera de vivir, ni el mejor modo de mostrar a los demás quien soy, ni de caminar por la vida como el que realmente la está viviendo.
Lo más curioso de todo es que detrás de muchos riesgos, por no decir todos, siempre ha habido vida, siempre he encontrado luz y siempre se han abierto puertas. Lo que sí también es cierto es que detrás del riesgo suele haber una dosis de dolor, porque en la vida mueres y naces constantemente y todos los comienzo, todos los nuevos pasos, así como todas las muertes llevan su dosis de dolor. Pero de lo que no cabe duda es que cada uno de nosotros tiene que responderse ante si mismo y ante los demás: ¿quién soy yo? Y la única respuesta que vale es la de la propia vida, la de los pasos que se dan, la de la acción.