16/3/11

Mirar al frente



Nos sentamos en la primera fila del avión, todo un lujo a la hora de poder mover las piernas. Per más lujo fue el poder hablar profundamente con José Luís sobre su trabajo, su situación personal, sus ambiciones y lo que realmente le motivaba e su vida. Dos horas en las que hablamos de una manera totalmente fluida. Pero había una pregunta en él y en muchos de nosotros que a veces nos cuesta encontrar respuesta: ¿por qué nos encaprichamos en mirar constantemente al pasado incluso para intentar encontrar explicación a lo que tal vez no lo tenga?

Cantidad de veces nos sentimos prisioneros del pasado, de nuestras experiencias, de nuestros sentimientos hasta el punto de que nos impiden ver lo más claro y evidente que hay frente a nosotros y lo peor de todo es que nos frenan a la hora de dar pasos de forma positiva y congruente aportando a la vida algo nuevo y diferente.

Optar por la confianza y por lo positivo frente a la desconfianza y la orientación negativa es un signo de madurez, de libertad, de crecimiento y sobre todo de proactividad que nos permiten generar vida dentro de nosotros mismos y sobre todo caminar ligeros de equipaje o de cargas emocionales que hacen que la vida sea más pesada y árdua.

Cuentan que un maestro iba con su discípulo caminando animadamente hasta que tuvieron que cruzar un río y a esa altura se encontraron a una mujer que también tenía que atravesarlo y que no sabía nadar. El maestro se prestó a ayudarla. Ella se quitó la ropa, el maestro la tomó en sus brazos, la llevó hasta la otra orilla, donde la dejó con toda la tranquilidad del mundo deseándole un feliz viaje mientras que los ojos del discípulo observaban atónitos lo que estaba ocurriendo.

El camino  prosiguió con una actitud callada y reservada del discípulo de la cual es maestro era consciente. Mirando a los ojos a su discípulo le preguntó que le sucedía. En un arranque de sinceridad el discípulo le dijo que no entendía como podía caminar tan tranquilo después de haber llevado a una mujer desnuda en sus brazos.

El maestro le respondió que el había dejado a la mujer hacía una hora, pero que él seguía cargándola en la mente.

¡Qué difícil es desprendernos muchas veces de nuestra taras emocionales!