11/5/11

Creciendo en el perdón



¿Tiene algo que ver el perdón con el crecimiento personal? ¿Quién sale ganando el que perdona o el que es perdonado? ¿Es necesario perdonar?

En primer lugar creo que el perdón es la puerta para la propia felicidad de la persona. Tu y yo nos hemos sentido ofendidos en alguna ocasión. Ha habido sentimientos que se han apoderado de nosotros. Sentimientos de ser atacados, humillados, dejados de lado o de no ser tenidos en cuenta. Son sentimientos que borran la sonrisa de nuestra boca, que llenan nuestras mentes de ideas y actitudes negativas, que bloquean nuestra libertad para ser nosotros mismos en las circunstancias que nos tocan vivir. El que perdona experimenta como deja al lado una gran carga emocional y experimenta vida en si misma. Creo que el gozo del perdón, en este sentido, es más grande e importante en el que perdona que en el que es perdonado.

Es por ello que el perdón es una necesidad vital en la persona, tan vital como puede ser la de comer y beber. Sin perdón, como acabo de reflexionar, no hay vida ni alegría dentro de la persona. Y necesitamos de ellas para vivir y sentirnos nosotros mismos. ¿Te das cuenta de lo que eres capaz de hacer en la vida cuando no eres preso del rencor, de la ira, del odio y de otros sentimientos con ellos?

Apostamos por la vida, por la alegría, por la creatividad, por el amor y por la energía que esa libertad produce en cada uno de nosotros. Quien no perdona, no crece y quien no crece, se queda estancado en la vida y quien se estanca enturbia totalmente su vida. Es por ello que en el perdón, y aunque sea egoísta decirlo, hay que pensar más en uno mismo que en aquél que es perdonado. Mi vida es importante, y cuando yo permito que los demás y sus vidas manejen mis sentimientos, estoy hipotecando mi vida ya que me centro en el otro y no en mí, le doy más importancia al ofensor que a mi propia vida.

Apostemos, pues, por la vida, que conlleva crecer en el perdón.

Otros puntos de partida



Hoy recibía un correo en el que se nos pedía que felicitáramos, una vez más, a un compañero por un nuevo éxito cosechado en su trabajo. En los tiempos que corren, sobre todo en el mundo de las ventas, cosechar éxitos cuando a los demás les cuesta encontrar salidas a sus negocios nos invita no sólo a felicitar a aquellos que de forma honrada triunfan sino a algo mucho más interesante, el preguntarnos sobre el cómo lo hacen.

Es cierto que muchos arrojan la toalla ante situaciones en las que no ven salida. Pueden llegar a pensar que son gafes o que el mundo les ha vuelto las espaldas o que incluso el maleficio es parte de la situación económica que vivimos o de las circunstancias personales que nos ha tocado vivir en los diferentes nivel de nuestras vida. Pero no, uno de los síntomas de la madurez es la de sentirnos responsables de nuestro propio destino y de los resultados que podemos obtener. Tan solo una pregunta tenemos que hacernos: ¿qué hacen los demás que triunfan que nosotros no hacemos?

Podemos encontrarnos, si somos sinceros, muchas respuestas: dedicarle tiempo a lo que hacemos, conocer el producto, creer en él, comunicarnos con el cuerpo, tener una actitud de dialogo, hacer que que todos ganen y otras tantas cosas que posiblemente no cabrían en esta reflexión. 

Lo importante es fijarnos, prestar atención, dedicar un tiempo a observar a las personas que si lo consiguen, sea a nivel laboral, como a nivel social o a nivel de relaciones interpersonales. Hay personas que marcan con sus triunfos o éxitos una pautas, ¿cuáles son? Ese es el trabajo personal que tiene que realizar cada uno. Es ahí donde aflorarán ciertas carencias que tenemos y que hacen que nosotros, y no los demás, seamos los responsables directos de nuestros éxitos o fracasos.