25/5/11

Fortaleza y debilidad



Dicen que las apariencias engañan, y lo digo más que nada porque siempre se ha dicho que detrás de la violencia se encuentra la debilidad, mientras que detrás del perdón se encuentra la fortaleza. Tal vez sea así, y Jesucristo, así como Gandhí, lo dejan bien de manifiesto. Nuestra inseguridad nos lleva a mostrarnos fuertes, violentos y muy impositivos, con falta de flexibilidad hacia los demás. Intentamos ganar a la fuerza lo que no podemos lograr a través de nuestras palabras o simplemente a través de nuestras vidas. Y es que, en realidad, no tenemos ni que agradar ni convencer a todo el mundo. ¿Qué pasa si hay gente que no concuerda con nosotros? ¿Se acaba ahí nuestra vida?

El perdón, por el contrario, aparece como una gran fortaleza y herramienta en nuestra vida. No necesitamos imponer a los demás para sentirnos nosotros mismos; no dependemos del beneplácito de otros para seguir construyendo la vida día a día. La fuerza del perdón está en la seguridad de uno mismo y en la capacidad de ser libre ante los sentimientos y emociones de los demás, así como de sus formas de actuar y de vivir.

El que perdona, es libre. El que ejerce la agresividad, es esclavo no sólo de sus propios sentimientos sino también de las personas por las que se siente ofendido; le da cierto poder de controlar emocionalmente la propia vida de uno, y ello, lo quieras o no y por mucho que grites y seas agresivo, no es sino otra cosa que un claro síntoma de debilidad y de falta de control de la propia vida, de las propias emociones y de las situaciones que a uno le rodea,

Es por ello que para tener y vivir la fortaleza del perdón hace falta:
  1. Ser consciente de que uno es el propio dueño de su vida y de su manera de elegir la respuesta adecuada a cada estímulo que nos viene de fuera, o de dentro de uno mismo.
  2. Tener claro que perdonar es sinónimo de libertad interior. Nadie me condiciona ni con sus palabras ni con sus comportamientos.
  3. El mayor beneficiado del perdón es uno mismo, así como el mayor perjudicado de la agresividad también lo es uno mismo, pues jamás descansará en paz.
Piensa, sino, en las veces en las que has sentido agresividad y en las que has estado abierto al perdón, al amor, al equilibrio. ¿Dónde has crecido más? ¿Dónde has creído haber ganado más a nivel personal?