20/6/11

El espejo




Si nos miramos al espejo, ¿qué impresión o imagen nos llevamos de nosotros mismos? ¿Es necesario mirarse al espejo¿ Y que hay sobre guardar las apariencias? Vivimos en la era de la imagen y en muchos sentidos vivimos un tanto obsesionados por lo que llevamos encima y por la aceptación de la que podemos tener o no. Más de una persona ha pagado cara la obsesión de tener que ofrecer una imagen distinta de la que realmente lleva dentro. Fuertes problemas de tipo psicológico les ha condicionado y más de uno ha tenido desenlaces fatales.

Ya desde la misma antigüedad hemos tenido el impulso a no querer ser nosotros mismos, a luchar por conseguir ser diferentes a lo que realmente somos. El mítico pasaje de Adán y Eva nos dejan entrever esa lucha por ser alguien diferente, a pesar de que todo lo tenían. Querían dejar esa condición humana para ser como Dios. La realidad fue muy diferente, y de pasear desnudos por el paraíso comenzaron a pasear con taparrabos y a esconderse cuando siempre anduvieron con libertad.

¿Nos miramos al espejo para dedicarnos una hermosa sonrisa o más bien lo hacemos para saber como llamar y captar la atención de aquellos con los que nos vamos a encontrar? Y cuando nos encontramos con la gente, ¿nos mostramos tal y como somos o más bien nos ponemos caretas y taparrabos que den una falsa imagen de quien realmente somos?

Lo que importa y queda es la capacidad de poder sonreír hacia nosotros mismos, porque lo más triste es que los demás te sonrían, cuando tu no puedes sonreírte hacia ti mismo. No sería mal ejercicio el poder mirarnos al espejo, de una manera sincera y amiga, libre de taparrabos, de mascaras y caretas, de maquillajes y de historias que encumbran a quien llevamos dentro de nosotros mismos, porque al fin y al cabo, y al final de todo, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Nada hay como mirarse al espejo, aceptarse, gustarse y echar la sonrisa al viento.