2/8/11

Creer en el proyecto



Alguien se peguntaba sobre el porqué de tantos objetivos que nos hacemos ahora en el verano, o a principios de año, y que no acabamos de alcanzar a realizar y que, por tanto, vamos dejando a lo largo de nuestro camino.

Hay algo que me recuerda a la parábola del sembrador en el que va depositando la semilla entre zarzas, piedras y tierra buena. Creo que la tierra buena es aquella que entiende y acoge abiertamente el proyecto de una vida por motivos bien claros, definidos y que saben realmente como repercutirán en la vida de uno a corto, medio y largo plazo. Además estos motivos, que se convierten en la motivación real que nos mueve a actuar están en consonancia real y directa con el sentido que le damos a la vida y a todo lo que hacemos.

Somos personas que caminamos por la vida con expectativas o personas que nos conformamos con aquello que nos va cayendo por la vida de forma inconsciente. En el primer caso somos personas que sabemos lo que queremos y a donde vamos. En el segundo de los casos vamos y bailamos al ritmo que nos marcan, unas veces los demás y otras veces nuestros propios estados de ánimo. Somos dueños de nuestras vidas o somos esclavos de las emociones que tenemos o de los pasos que otros nos van marcando.

Podemos crecer en medio de dificultades, en medio del pedrisco, de las zarzas, de la tempestad o del calor. En medio de estas circunstancias vemos crecer hierba, vemos como la fragilidad de ciertos árboles aguantan mejor las tempestades que otros que se pueden sentir más fuertes. Lo importante, pues, es no perder el norte, saber lo que uno quiere, y por qué lo quieres, saber lo que va a aportar a su vida y cómo lo va a beneficiar, pero sobre todo encuadrarlo en aquello que da sentido a nuestras vidas.