18/8/11

Ladrones de tiempo



Muchas veces nos sorprendemos cuando no llegamos a realizar las tareas que nos proponemos a lo largo del día. Si analizamos detalladamente todo lo que hacemos podemos comprobar fácilmente que son muchas las ocasiones en la que nos desviamos de lo que estamos haciendo para dedicarle tiempo a otras cosas.

Recuerdo que en una ocasión me comentaba una persona que mientras estaba haciendo la comida recibió la llamada de una persona a la que quería mucho y con la que acabó conviviendo tiempo más tarde. La llamada se recibió como algo que podía ser rápida en contestar por lo que no se le prestó demasiada atención a lo que se dejaba de hacer mientras se respondía al teléfono. Pero lo curioso es que se tornó en una tan agradable conversación que el tiempo parecía pasar sin que el reloj diera cuenta de ello hasta que un resplandor daba cuenta de que en la cocina había fuego. Por suerte no llegó a mayores. Pero si nos centramos en una cosa y nos dejamos llevar por otra podemos acabar no haciendo ninguna de las dos tal y como lo deseamos.

Mientras comía hace un par de días con unos compañeros de trabajo los teléfonos no dejaban de sonar. Ninguno de ellos respondía las llamadas que entraban. Estaban centrados en algo importante, la comida y la conversación que se daba entre nosotros. Son los pequeños detalles los que hacen que nos distraigamos constantemente de lo que estamos haciendo y que hace que muchas veces tardemos más en hacer las cosas de lo que normalmente podemos hacerlo.

Vivimos pendientes del teléfono, de mensajes, de e-mail, de visitas a la mesa de compañeros de trabajo, de algo que vemos en un escaparate y nos llama la atención, de cantidad de detalles que nos salen al paso en el transcurso del día. Llegamos al final del día, hacemos balance de lo que hemos tardado en hacer las cosas y vemos que el tiempo no nos cunde. ¿En qué hemos desperdiciado el tiempo? ¿Cómo nos dejamos robar minutos u horas cada día?

Muchas veces incluso pueden ser personas las que nos roban tiempo y a las que no nos atrevemos a decirle que no. Nos sentimos a gusto con ellas pero tampoco lo estamos al 100% ya que en nuestra cabeza sabemos que tenemos que hacer otras cosas. 

En otras ocasiones hay cosas de decidimos ir posponiéndolas de un momento para otro, de un día para otro y que al final jamás logramos hacer. Son esos pequeños ladrones de tiempo que nos separan de nuestros objetivos.

Lo importante es saber no sólo que es lo que hemos dejado de hacer, sino el porqué lo hemos hecho así. La solución es fácil. Empieza una cosa y céntrate en ella hasta que la acabes. Aprende a decir no a cosas que pueden esperar, porque al final te darás cuenta que tendrás mucho más tiempo del que realmente crees tener.