18/11/11

¿Pagamos el precio?



Con ilusión habían comprado su casa, y con cierta decepción la ponían a la venta. No soportaba vivir en una vivienda de tres plantas. Un semisótano donde estaba el garaje, una primera planta donde transcurrían la mayor parte del día entre el salón y la cocina, un segundo piso donde estaban los dormitorios, y una tercera donde estaba la terraza en la que solía poner la ropa a secar. Sus pernas y más concretamente sus rodillas pagaban el precio de tanta subida y bajada. ¿Lo habían tenido en cuenta?

El Domingo pasado, curiosamente, lo veía en una película. Una interiorista aspiraba a un gran puesto y triunfo laboral en su vida. Su colega la animaba y cada vez la separaba más de su familia hasta el punto de que la misma nochebuena le proponía el cenar con unos clientes. La respuesta fue tajante: Sacrificaré todo lo que quieras para conseguir nuestro objetivo, pero a mi familia no la sacrifico.

Todo tiene un precio, precios de los cuales muchas veces no somos conscientes en la vida. Precios en los que tenemos que sacrificar cosas que nos gustan, opciones por las que hemos optado y deseos que nos resultaban más que apetecibles. Pero todo tiene un precio y muchas veces la ilusión que ponemos en lo que queremos y deseamos nos impide ver con realismo aquello que vamos a afrontar con todos sus pros y todos sus contras.

Hay momentos en los que el desánimo toca a la puerta, otras veces lo hace la decepción y otras tantas lo hace la sorpresa. Pensamos que a veces lo imprevisible lo era tal cuando en realidad la ceguera de la ilusión nos ha llevado a no planificar de forma concienzuda todos y cada uno de los pasos con todas y cada una de las dificultades que nos podíamos encontrar en el trayecto. 

Alguien decía que diez minutos al día puede ser lo que nos ayude a llenar el tanque o deposito de nuestra vida. Las prisas y las ganas de alcanzar lo que deseamos nos lleva a lanzarnos sin medir las fuerzas y los daños colaterales con los que nos podemos encontrar y que pueden perjudicarnos a nosotros personalmente o a segundas o terceras personas que caminan a nuestro lado.

Nos cuesta pensar, planificar, programar, ¿no?