28/12/11

Cuanto más, ¿peor?



Leía esta mañana una entrevista a un psicólogo en un periódico en el que hacía unas afirmaciones que dejaban a un pensando y que, en cierto modo, llevaban una gran carga de lógica. Entre ellas decía que con las necesidades básicas, comer, beber y vivienda, el ser humano tiene lo suficiente para poder vivir de forma aceptable y llegar a ser totalmente feliz.

Me quedé pensando y me venía a la mente ciertos pensamientos que he escuchado a lo largo de mi vida: "Mirad las flores del campo que ni hilan, ni cosechan y vuestro Padre Celestial las mantiene en pié, de Jesús. O la de "no es más rico quien más tiene, sino el que menos necesita", como reza un anuncio en la televisión que patrocina una marca. ¿Ser o Tener?", un libro de Erich Fromm. Hacía referencia a mucha gente que vive en el silencio, como pueden ser los monjes del Tibet, que tanto está de moda, por no decir los monjes cristianos que se retiraban a sus monacatos.

Poco después de leer el artículo me daba cuenta de lo dependientes que somos de las nuevas tecnologías, del internet y de las cosas materiales. Dependemos de ellas para trabajar pero, ¿también para ser felices?

Si bien es cierto que nos vamos creando necesidades y que dependemos de muchas de ellas para comunicarnos o para trabajar estoy convencido de que la felicidad de cada uno de nosotros no depende de lo que tenemos sino de lo que realmente somos. Las cosas nunca podrán reemplazarnos como personas, ni incluso las personas pueden adueñarse de cada uno de nosotros para poder ser felices.

Desde el mismo niño que juega y goza con cualquier cosa pequeña a la que nosotros ya no le damos importancia, aunque sea una simple piedra, hasta el que goza del paisaje que tiene delante o de la conversación con cualquier persona por muy o poco profunda que ésta pueda ser nos muestra que la vida es lo suficientemente sencilla para ser feliz.

La cuestión entre aceptar y amoldarse o adaptarse a lo que hay y la de resignarse está clara. La resignación nos maniata y desespera mientras que la aceptación y la adaptación nos ayudan a valorar lo que tenemos y a servirnos de ello, nos hace ser más proactivos y al mismo tiempo más libre, por lo que a veces la misma pobreza, y no miseria, nos ayuda a ser mucho más ricos y a saber aprovechar todas las fuentes de la vida.