29/12/11

Ubicarse




Alguien me pedía cierto tipo de ayuda en el día de hoy. La palabra que utilizó cuando le pregunté que tipo de ayuda quería de mí era de ubicarse. Se sentía perdida después de varios reveses que la vida le había dado. Muchas veces no es fácil ubicarse. Sentimos presión por todas partes, desde la propia situación personal, la familiar, la económica, la de los propios amigos, etc. En esos momentos la única voz que tal vez nos ayude a ubicarnos sea nuestra propia voz interior. Lo que sucede es que nos cuesta escucharla, tal vez entenderla y quien sabe si aceptarla.

¿Cómo escuchar nuestra propia voz interior?

Lo mejor sería desconectar absolutamente de todo para encontrarnos con nosotros mismos. Cuando hablo de desconectar me refiero no tanto a irme físicamente del lugar donde me encuentro sino más bien el de olvidarme de todas esas presiones que me zarandean de un lado a otro. Hay frases que oímos y que se convierten en imperativos que nos condicionan. La gente espera de nosotros y muchas veces nosotros queremos cumplir las expectativas que tienen de nosotros. En términos laborales tal vez sea bueno, aunque no siempre debemos vivir esclavos de lo que los demás esperan de nosotros.

Imagínate por un momento que te queda una semana de vida: ¿qué cosas harías? Es una pregunta tonta, pero no deja de ser una pregunta importante porque muestra lo que desde dentro estamos buscando, anhelando y deseando. Es una manera de comenzar a escuchar esa voz interior. La forma en que aprovecharía todos y cada uno de los minutos de esa semana nos muestran una serie de valores, de sentimientos y de experiencias que nos gustaría tener. Eso nos ayuda  a comenzar a ubicarnos. Valores, sentimientos y experiencias nos permiten vislumbrar cosas que deseamos vivir. Ahí, muy posiblemente, está el sitio en el que queremos estar en la vida.

Aparecerán aspectos personales, lúdicos, familiares, laborales, comunicativos, sentimentales, etc. Todo es cuestión de estar atentos, vislumbrarlos, reconocerlos, valorarlos y responde a una pregunta: ¿Qué significan todas esas cosas en mi vida? ¿Qué ocurriría en mi vida si realmente pudiera vivir todo eso? ¿Qué cambiaría? ¿Qué aportaría a mi vida, a mi persona, a mi alrededor?

Hay otra experiencia que no deja de ser interesante que tanto Tony de Mello como Stpephen Covey nos comentan y es la de situarse en tu propio ataúd en día de tu muerte. Eres consciente de todos aquellos que vienen a darte el último adiós. Tu puedes escucharles, pero no puedes hablarles,, no puedes moverte. Entre la gente se haya la familia directa: pareja, padres e hijos. También se encuentra la familia extensa, hermanos, primos, tíos. Se encuentran muy cerca los amigos íntimos y no tan íntimos,  vecinos, compañeros de trabajo, etc. Eres consciente de todo lo que están hablando sobre tí, pero como te digo, no puedes ni hablar ni hacer gestos. ¿Qué te gustaría que dijeran de ti todos y cada uno de ellos?

La muerte es una experiencia dura pero inevitable y parece ser que cuando llega el momento hacemos un balance de nuestras vidas, de útiles o inútiles que han sido. Situarse una semana antes de la propia muerte o en el mismo ataúd tal vez nos ayuden, dejando a un lado el tono funesto, a saber cual es el lugar que queremos tener en la vida, es el lugar en el que tenemos que ubicarnos, porque lo triste es que llegue el día en que tengamos que vivir esa experiencia y miremos nuestras manos vacías o los trenes que hemos dejado pasar de largo. No es que sea el ultimo trago de la vida, pero si un trago que resume los tragos que hemos tenido que vivir, unas veces con sentido y otras sin él.