17/9/12

Palabra y actitud receptora



Cuatro cosas hay que nunca vuelven:
una bala disparada
una palabra expresada
un tiempo pasado
y una ocasión desaprovechada

Proverbio Árabe


No se si te has fijado en na fuerza que tiene la palabra que emitimos a diario; tiene la fuerza de dar vida, así como la fuerza de destrozar a una persona. Junto con el poder de la palabra hay otra fuerza que está en juego, la actitud receptora de la misma.

Si miramos hacia nosotros mismos, hacia nuestra propia experiencia podremos encontrar a lo largo de nuestra vida experiencias de palabras que han llegado a nosotros y no nos han dicho nada de especial, palabras que nos han tocado de lleno y nos han empujado a darnos cuenta de la vida y vivirla plenamente y palabras que nos han herido y nos han llegado a destrozar por completo. Esa es la fuerza incontestable que puede tener la palabra en sí.

Ya en el Nuevo Testamento el Centurión le dice a Jesús que "tan solo una palabra suya bastará para sanar su hijo". La palabra de un padre suele ser Palabra de Dios para un hijo que tiene depositada toda su confianza en su padre. La palabra de un médico dicen que es el 50% de la curación de un enfermo. La palabra de un amigo es la que buscamos con mayor prontitud en momentos especiales. Es el poder de la palabra.

Pero también hay momentos en los que la palabra no suena o no provoca nada en nosotros. Hay palabras que pueden sonar a chiste, otras a ligereza, las hay que suenan a falta de conocimiento. Existen las palabras que llevan intencionalidad y no compartimos. Las hay que intentan provocarnos o incluso confundirnos. Hay palabras de todo tipo.

¿Donde radica la diferencia? En la actitud, en la confianza que depositamos hacia esas palabras, en la autoridad moral de quien las emite, del sentido que pueden aportar a nuestra vida, de la necesidad que podemos tener de ellas y, en definitiva, del poder que queramos otorgarles, un poder que está siempre dentro de nosotros, al punto que las mismas palabras pueden hundirnos en un momento dado, dejarnos indiferentes en otro y llenarnos de energía en  otras ocasiones. 

La palabra tiene fuerza, pero depende de la que nosotros queramos darle. Todo depende de nuestro estado de apertura y de la seguridad que tengamos en nosotros mismos y en los demás.