27/12/12

Entre el fuego y el agua



Entre el fuego y al agua, entra la vida y la muerte, entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal,  siempre eran los símbolos  que había que escoger a nivel bíblico. Y todo se reduce a una cosa muy importante, en la vida hay que saber escoger. De nuestras decisiones depende todo aquello que podamos cosechar o alcanzar en la vida.

Hay una decisión que siempre me ha llamado la atención a nivel bíblico, y aunque no deja de ser una alegoría, siempre lleva una gran carga de realidad y siempre ha gozado de la incomprensión de muchas personas. Es la decisión de Abrahám de sacrificar a su hijo, el prometido, a petición del mismo que se lo había prometido y regalado, Dios.

Un hijo representa, generalmente, lo máximo. Cuando tomamos decisiones solemos pensar en ellos y sopesar los pros y los contras. La decisión de Abrahám parece ir por derroteros totalmente contrarios. ¿Podemos llegar a sacrificar a un hijo simplemente porque Dios, la Vida, nos lo pide? Si lo miramos desde un punto de vista meramente físico tendría que decir que no, que es un absurdo, pero muchas veces tenemos valores, sentimientos, creencias que son muy importantes y que frenan nuestra capacidad de decidir, de vivir, de crecer, de generar vida hasta el punto que si no la generamos jamás podremos compartirla con los demás por el simple hecho de no tenerla dentro de nosotros mismos.

La decisión de Abrahám no la veo, pues desde la renuncia, sino desde la elección de ser libre para dar vida hasta el punto que cuando eres libre recuperas los valores, en su caso el hijo, porque como bien dice Jesús, "La verdad. nos hará libres".

La invitación que Jesús nos hace, su modelo de vida, es el de la libertad, el de la no dependencia no de las personas ni de las propias creencias, libertad que nos permita ser y crecer, pero crecer de verdad, generando vida para poder ofrecerla a los demás. Si miramos hacia lo que renunciamos, la cosa se pone dura y difícil. Si miramos hacia lo que elegimos nuestra mirada estará puesta en lo que queremos alcanzar y como dice Gandhi, el mérito y la recompensa está en el proceso que realizamos y no tanto en la meta que alcanzamos. Elegimos, al final, entre lo que nos conviene y lo que no, entre lo que nos hace sentir que somos alguien en la vida y los que nos sentimos muertos en vida.