30/1/13

Cuando nada esperas.



"Cuando nada esperas, todo llega", una frase que tenía la oportunidad de leer hoy en el Facebook, una frase que en más de una ocasión se ha paseado por mi mente y una frase que esconde en su interior un arma de doble filo.

No concibo la vida sin sueños, sin ilusiones, sin expectativas. Desde que hemos nacido tenemos una voluntad de crecer y de mejorar. Ya desde niños volvíamos locos a nuestros padres con tantas preguntas que, en algunas ocasiones, ni sabían responder. 

No somos conformistas por naturaleza. Queremos avanzar y progresar. Además hay otra cuestión que nos provoca, el Ego. Ese sentimiento que muchas veces nos quiere hacer destacar por encima del que vive a nuestro lado.

Sin expectativas ni ilusiones no tendríamos lo que tenemos actualmente y la mitad de la población ni tan siquiera existiría. La expectativa de vida, gracias al desarrollo de la ciencia, se ha duplicado.

Pero el arma del doble filo está en esa ansiedad que nos hace tener la mente y la vista clavada en el futuro, en lo que deseamos y queremos que llegue. ¿Cuántas veces nos hemos desvelado por un viaje que tenemos que hacer al día siguiente y bien temprano? ¿Cuántas veces la ilusión por algo nos ha impedido conciliar el sueño? ¿Cuántos miedo imaginarios de lo que podría ocurrir y no ha llegado a suceder nos han atrapado en nuestra toma de decisiones y en poder saborear el sueño, la convivencia con el de al lado o simplemente el trabajo que desarrollamos?

El campesino sueña con la cosecha. Un día y otro, después de haber sembrado, ve que el proceso va lento y, a veces, es imperceptible. Otras veces es cuestión de esperar, tener paciencia y aprender de lo que hay a nuestro alrededor, y que cegados por nuestra ansiedad de futuro, ni somos capaces de ver, ni de saborear ni tan siquiera servirnos de ello.

La otra actitud, la del "no esperar nada", consiste en ser libre para poder ver. Muchas veces esperamos ver lo que queremos y pendientes estamos de lo que esperamos. Para que me entiendas un pequeño cuento de Anthony de Mello en el que relataba que un discípulo fue enviado a la orilla del lago toda la noche a escuchar el ruido de unas campanas. Sus oídos y su mente estaban atentos al sonido que podía salir del lago y nada, no conseguía escuchar nada. Hubo un momento en el que el desánimo hizo mella en él, perdió la esperanza, se dio media vuelta y, sin expectativa alguna, se dirigió al convento. Al instante, cuando su mente se liberó, oyó el sonido de las campanas.

¿Quieres una experiencia real que hemos vivido tu y yo? ¿Cuántas veces nos hemos desvelado de noche, hemos querido dormir y no lo hemos conseguido? ¿Hemos cambiado de posición? ¿Hemos girado la almohada varias veces? También. ¿Qué ha ocurrido? Que cuando hemos aceptado que no podíamos dormir y que era mejor aceptarlo así, nos hemos dormido. Liberamos nuestra mente de la necesidad de dormir, y una vez libre tuvo la libertad de dormirse.

No podemos dejarnos atrapar por la expectativas, son fuentes de ansiedad. No merecemos ser esclavos de ellas. La vida es demasiado hermosa para vivir cosas que todavía no han llegado. Pero tampoco somos seres que pueden vivir sin soñar y sin desear. Nuestros sueños y deseos son parte de nuestra autorealización. Somos parte de ellos en cada paso que damos, pero nunca podremos ser esclavos de ellos. Solo siendo libres, seremos nosotros mimos y podremos decir que estamos vivos.