20/5/13

Abriendonos a través de lo que somos y tenemos.

Por alguna razón extraña nos encerramos en nosotros mismos y nos dejamos llevar por el miedo. Cerramos las puertas de nuestra vida y nos olvidamos de vivir todo aquello que nos hace sentir bien hasta que algo nos sacude nuevamente, nos despierta de nuestro letargo y nos permite abrir nuevamente las puertas y enfrentarnos con éxito a los miedos.

Es la experiencia de Pentecostés. La escuchábamos ayer en el Evangelio y tiene que ver con nuestros talentos y todo aquello que podemos desarrollar en nuestras vidas y que nos hace sentir parte de la misma vida y útiles a los demás.

En medio del encierro por causa del miedo la experiencia del Espíritu de la Vida hace que:

Tomemos conciencia de que tenemos talentos por los que podemos aportar mucho a la vida.

Que los talentos que tengo junto a los que tienen otros hacen más que la suma de todos pues el resultado de lo compartido es algo más grande que la mera suma aritmética.

Que el talento es un lenguaje universal que todo el mundo entiende pues es un lenguaje que aporta a los demás lo significativo de cada persona.

Que el talento, cuando crees en él, te hace vivir sin el miedo pues disfrutas de él como tal.

Que cuando vives el talento lo das a conocer con pasión y es esa pasión la que contagia y nos hace creíbles a los demás.

Es por ello que en medio de los miedo hay que creer en no mismo y vivir con pasión lo que llevamos dentro. Viviremos con más libertad y contentos de lo que somos y llevamos dentro.