19/6/13

La gratitud, origen de la felicidad



La gratitud no es solo la mayor de las virtudes, 
sino la madre de todas las demás. 

Cicerón.

¿Te has fijado alguna vez en la manera de disfrutar los niños? Con cualquier cosa disfrutan. Con una pequeña cuerda, una caja de cartón, unas piedras pequeñas o cualquier otra cosa que tengan a mano comienzan a imaginarse mil y una cosas, cantidad de historias y el tiempo se les va volando.

Nuestra felicidad no depende de lo que tenemos o de aquello que nos falta, sino de la gestión que hacemos de aquello que tenemos por muy pequeño o sencillo que sea. ¿Cuántos y deliciosos platos de de comida se han hecho a partir de las sobras del día anterior? ¿Cuántos apaños más que funcionales hemos hecho con materiales que teníamos arrinconados?

Muchas veces esperamos que lo que no tenemos nos haga realmente felices y, como reza el dicho, no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. A veces nos quejamos por todo: que si la comida, que si la casa, que si las condiciones laborales, que si el carácter de esta persona, que si el poco tiempo del que disponemos, etc.

Recuerdo que cuando vivía fuera de España echaba de menos cosas muy sencillas como una buena tortilla de patatas, un buen chorizo de mi tierra o un buen pulpo a la feria. Cuando regresas a España echas de menos cosas sencillas como la comida un tanto enchilada, un buen mole poblano o simplemente unos buenos tacos de carne que podía comer a pie de calle en donde vivía en México, Valle Nacional.

Recuerdo que en un video que circula por internet una viuda sale a decir unas últimas palabras de agradecimiento por su marido que acababa de fallecer: "Lo echaré de menos, decía. Los ronquidos de cada noche, su respiración profunda y con silbidos...." Hay cosas que nos molestan en la vida, pero que forman parte de ella, que nos disgustan o que tal vez no somos capaces de acoplarnos a ellas. Y cuando faltan...., dejan un gran vacío pues la persona va mucho más allá de sus virtudes y de sus defectos.

Nos acostumbramos a lo cotidiano, a lo rutinario, a lo repetitivo al punto de que lo vemos ya tan normal que no somos capaces ni de admirarnos ante ello ni de agradecer a la vida o a las personas lo que día a día se nos aporta.

Dicen los psicólogos y neurólogos  que tener una actitud de agradecimiento alarga la vida, nos hace más felices y nos abre cantidad de puertas a la vida y a la creatividad.

Tan sólo una pregunta, ¿cuántas veces me paro a agradecer durante el día? ¿Cuántas a las personas que me rodean? ¿Cuántas a mi mismo? ¿Cuántas a la vida?