26/8/13

Nuestras propias influencias



Curiosamente me he topado en el día de hoy con dos artículos que hablaban de lo mismo: el efecto pigmalión. El efecto pigmalión es uno de los sucesos que describe cómo la creencia que una persona tiene sobre otra puede influir en el rendimiento de esta otra persona. De hecho se han hecho experimentos sobre alumnos de bajo rendimiento escolar en los que se les ha tratado y se les ha hecho saber que tenían altas cualidades, y al mismo tiempo se ha experimentado con niños de alto rendimiento a los que se les ha tratado y se les ha hecho tomar conciencia de que eran exactamente lo contrario, estudiantes de pocos recursos. Curiosamente los de bajo rendimiento rendían muy bien y los de alto rendimiento lo hacía muy por debajo de sus posibilidades. ¿Qué nos quiere decir todo esto? Que somos susceptibles ante lo que los otros dicen de nosotros o de las expectativas que que tienen hacia nosotros.

Queramos o no somos personas sociales y nos interrelacionamos. Nuestro sentido de pertenencia y nuestra necesidad de agradar y de ser aceptados nos lleva a fijarnos más en lo que se espera y opina de nosotros que en lo que nosotros mismo pensamos y esperamos de cada uno de nosotros. ¿Qué pasaría si en vez de estar tan atentos a lo que los otros esperan de nosotros nos preocupamos más de lo que somos capaces de dar por nosotros mismos? La otra vertiente y en la que tenemos mucho que decir es, ¿cómo tratamos a los demás? ¿De acuerdo a nuestras expectativas? ¿Según lo que nosotros creemos que pueden dar de sí? ¿Teniendo en cuenta lo que, de acuerdo con nuestra visión, les sale bien o les sale mal?

Escuché una vez a alguien decir: "Trata a los demás como quieres que se comporten". Cuando lo escuché hacía referencia a que si quieres que se convierta en un inútil, trátalo como un inútil y si quieres que sea una persona responsable, dale responsabilidades que lleve a cabo. A veces somos persona autómatas que tratamos a los demás de forma constructiva o de forma destructiva, los reafirmamos o los destrozamos como personas. Unas veces lo hacemos porque nos creemos poseedores de la verdad y otras veces porque creemos firmemente en las cualidades del otro.

Simplemente, y después de leerlo en las dos ocasiones, me invita a pensar en cómo es mi manera de afrontar a las personas con las que trabajo y convivo, con las que me encuentro cada día. No hay nada mejor que sentir que otros confían en nosotros y en nuestras cualidades, así como que otros ven en nosotros personas que confían en sus cualidades aunque sean diferentes de las nuestras. Una simple invitación a pasar por la vida creyendo en los demás y potenciándolos.