4/9/13

Dime de lo que presumes y ........



Aunque preferiríamos negarlo, lo que realmente impulsa nuestros actos son las reacciones viscerales y no los razonamientos intelectuales. Ya sabes que el chocolate perjudica pero ¿has dejado de comerlo por ello? ¿Por qué no? Porque lo que te motiva no son tanto tus conocimientos cuanto las asociaciones que tu sistema nervioso ha establecido con respecto a lo que es placentero y desagradable. Son las neuroasociaciones -las asociaciones establecidas en el sistema nervioso- las que determinan nuestro comportamiento.
Anthony Robbins

¿De qué presumimos? De ser una especie racional, pero mira por donde las emociones pueden con nosotros. Lo hacen no solo en cuanto a la tentación del chocolate, de la comida. Hay muchos otros aspectos donde las emociones nos hacen saltar a la primera o hacen que vayamos tras ellas sin cuestionar ni en un solo momento si podemos perder nuestra dignidad o incluso, aunque parezca duro, nuestra condición de humanos.

La relaciones humanas están ahí muchas veces, en esa brecha que divide lo que es razón y lo que es emoción o sentimiento. En el deporte también lo podemos observar cuando de la afición o identificación con un equipo pasamos a la dependencia emocional e incluso a creer que nuestro sentido de pertenencia a ese club, círculo social o grupo político está por encima de nuestros valores y creencias un tanto racionales.

Y si me apuras un poco hasta las creencias son relativas. La razón es la que nos lleva a apreciar la vida, las relaciones, los sentidos de pertenencia, las creencias que tenemos, las religiones que profesamos o el tiempo concreto que vivimos cada día de una manera en la que no claudiquemos de lo que es esencial en nuestra vida: el sentimiento o la actitud de libertad ante ideas, situaciones o afrentas ante las que podamos vivir.

¿Podemos hacer que lo placentero tenga una base racional aunque no sea tan placentero? ¿Podemos convertir lo que no es tan placentero en algo plenamente importante y que de sentido a lo que vivimos y hacemos en cada momento? ¿Es posible que las recompensas inmediatas de las emociones se puedan postergar a lo que realmente nos conviene? ¿Podemos hacer de los que nos conviene algo placentero?

Es una sociedad donde se trabaja el mundo de los sentidos, de los sentimientos y de las emociones es muy fácil relegar a un segundo o tercer plano aquello que nos conviene. Y se me ocurre algo importante: ¿Vemos muchas veces a los que incitan directamente o indirectamente sucumbir ante el mundo de las emociones?

La vida tiene un precio, un precio que podemos bien pagarlo haciendo uso de aquello que nos diferencia de otras especies, la razón, pero para que la razón nos haga tener una calidad de vida emocional, económica, social, laboral, o sea, integral. Pero hay que reconocer que muchas veces nos cuesta pensar o razonar, ¿por qué será?