20/11/13

Aprendiendo a cambiar



Me ha gustado una frase de Walter Riso en la que señala que para aprender a cambiar hacen falta tres cosas:
  • Dejar de mentirnos a nosotros mismos. Y en realidad es cierto porque tenemos muchas veces la inclinación a auto engañarnos. Nos ponemos miles de excusas o simplemente negamos nuestra propia realidad. Muchas veces ni tan siquiera nos permitimos el fallar. Somos lo que somos, y solo partiendo de lo que somos y amando lo que somos podremos mejorarnos a nosotros mismos. Además de los fallos que nos vemos o que nos ven hay muchos otros que forman parte de nuestra realidad. Y más que fallos son limitaciones. Nadie es perfecto en la vida, ¿por qué angustiarse pues? Desde lo que somos podemos construir mucho, tal vez no como queramos, pero mucho. Hay mucha gente con cantidad de limitaciones físicas, psíquicas o sensoriales de las que podremos aprender mucho, pues en ciertos aspectos van por delante de nosotros.
  • Humildad, aprender a perder. Se lo decimos a los niños muchas veces, "lo importante es participar". La idea de ganar o de perder no es tan importante, la de participar sí porque participando se disfruta y se aprende. Pero más allá de ganar o perder creo que hay un aspecto dentro de la humildad que es mucho más importante: "el sentimiento de que necesitamos de los demás". Nadie es imprescindible y nadie posee todo el conocimiento. Somos poseedores de ciertas verdades, pero no de todas. ¿Por qué no abrirse a las verdades o conocimientos de los demás? ¿Qué qué pasará con el nuestro? Lo mejoraremos. La suma de conocimientos y de verdades nos llevan a una mayor claridad y riqueza de la propia vida y de las relaciones. No querer verificar nuestras verdades es caer en el primer punto: mentirnos a nosotros mismos o ponernos una venda en los ojos.
  • La sabiduría de Salomón. la capacidad de discernir cuando hablar y cuando dejar de hacerlo; cuando hablar o cuando callarse; cuando reír y cuando llorar. La vida nos presenta cada día cantidad de opciones. La sabiduría está en saber discernir y en saber escoger. Es en nuestra capacidad de decisión y de escoger libremente donde podemos encontrar toda la sabiduría del mundo y desde donde podemos experimentar nuestros mejores cambios. Decisiones, libres, no condicionadas ni por las personas, ni por las ideas, ni por las emociones; decisiones que nos mantengan unidos al hilo conductor de lo que realmente queremos en la vida.