11/12/13

Aprendiendo a perdonar



Acabo de leer a Pilar Jericó en su blogg del País Semanal del Laboratorio de la Felicidad hablar del perdón. La verdad es que me ha gustado su enfoque. Y a lo que ella dice me sumo:

  • El perdón tiene la capacidad de trasformar la amargura en nesutralidad o incluso en recuerdos con tinte positivo.
  • No puedes hacer daño al culpable no perdonando, pero puedes liberarte perdonándolo. Yo, añadiría, que el mayor beneficiario del perdón es generalmente el que perdona. No hay cosa peor que cargar con resentimientos por la vida. Cargar con un resentimiento es ser esclavo de él.
  • No sólo hay que aceptar lo que se siente, sino en algunos casos, también perdonarse por sentirlo. Y es algo que tenemos que aprender. Muchas veces nos sentimos mal por tener emociones y sentimientos negativos. Es parte de nuestra realidad y aceptarlo, quererse a sí mismo a pesar de tales sentimientos, es el principio de la paz que te libera.
  • Perdonar no significa olvidar o negar el dolor, sino todo lo contrario. Perdonar es ser consciente del dolor ocasionado y del dolor pero trascendiendo a él. Siempre hay motivos incomprensibles para nosotros pero inherentes a las situaciones o personas que nos lo han causado que nos permiten entenderlo, aceptarlo y saber vivirlo desde ahí. Hay que saber ver a las personas y a los acontecimientos desde perspectivas diferentes a las nuestras. Es duro, pero al mismo tiempo más realista, objetivo, enriquecedor e integrador.

Desde mi punto de vista siempre me ha llamado la atención la parábola del Hijo Pródigo como valoración del perdón y como visión diferente a lo que diariamente sentimos y vivimos.

  • Un padre que recibe y celebra la llegada del Hijo. 
  • Un padre que no pide cuentas de lo que el otro ha hecho.
  • Un padre que celebra más la llegada del que estaba alejado que lo que ya tenía asumido cerca de sí.
  • Un padre que se despoja para vestir al que nuevamente llega.
¿Comprensible?

Para los que vivimos diariamente una experiencia de rencor, de resentimientos, de orgullos y de dependencias del pasado no.

Para quien vive la libertad de ser uno mismo, de vivir aquello que da sentido a su vida (el ser uno mismo y amar), si.

Para los que claudican ante las vicisitudes de la vida y sus contratiempos, no.

Para los que deciden apostar por sus principios, por no cambiar por fuertes que sean los vientos, si.

La experiencia del perdón sólo la viven aquellos que la comprenden y ven en ella una posibilidad de seguir siendo libres y no tener dos personalidades diferentes. Quizás el ejemplo más bonito sea aquél mismo que pone Jesús cuando dice que el "sol sale para todos, buenos y malos". Y es que nuestra vida tiene sentido vivirla con nuestros propios valores independientemente de la cara que nos puedan poner otras personas o de los contratiempos de la vida.

Gracias Pilar porque me has hecho pensar y vivir en este valor indudablemente positivo y fundamental en la vida de uno.