15/1/14

Desde la propia experiencia



Estos días atrás hubo unas polémicas declaraciones de un sacerdote en las que manifestaba que el cáncer que padecía un político español era un castigo de Dios por practicar la homosexualidad. No tardaron en saltar las críticas a semejantes comentarios. Yo, como siempre, quiero alejarme del carácter moralizador que muchas veces tenemos en la vida para centrarme en aspectos, para mí, más importantes y profundos.
  • Cuando hablamos de Dios, ¿de qué Dios hablamos? ¿Del que nos enseñaron o del que hemos experimentado? Lo digo porque experimentar a Dios es algo tan fuerte que rompe los propios esquemas que tienes como persona, te lleva a ver situaciones que antes no eras capaz de ver, ni de comprender, ni de valorar, ni de apreciar, ni de concebir. ¿Por qué? La experiencia de Dios es la de sentirse profundamente amado, tal y como eres, en tu propia realidad, en tus propias limitaciones. Y ello te lleva a una concepción y experiencia de Dios que va más allá de los libros, la experiencia de sentirte amado y, de esa manera, liberado. Y cuando lo sientes en tu vida comienzas a ver a las personas desde esa misma perspectiva.
  • ¿Un Dios de castigos? ¡Por favor! ¿Quien tiene esa experiencia de un Dios de castigos? ¿Somos capaces de ver a ese Dios castigador cuando es capaz de permitir sentarse a la misma mesa a aquel que lo va a traicionar (Judas)? ¿Es el Dios del castigo aquel que invita a arrojar piedras
    sobre la mujer adultera a todos aquellos que posiblemente estan en la misma situación? Ni una sola piedra fue arrojada sobre la mujer ni sobre los que la condenaban. ¿Un Dios castigador aquel que se sienta a comer con publicanos y pecadores? ¿Un Dios castigador aquel que festeja la llegada del Hijo Pródigo sin preguntar "EL QUÉ HIZO, EL CON QUIEN LO HIZO, EL CÓMO LO HIZO O EL POR QUÉ LO HIZO? La experiencia de Jesús, y la mía con Jesús, es la de un Dios que ofrece una BUENA NOTICIA en vez de una terrorífica a quien vive lejos de los propios esquemas que defendemos y valoramos.
  • No es lo mismo creer en un "dios" de tradición y de herencia cultural que en un "DIOS" que lo sientes en tu propia carne y que día tras día te hace levantarte, coger tu camilla y echar a andar a pesar de las circunstancias. DIOS es un Dios de Vida y no de Muerte, de Amor y no de Venganza, de Respeto y no de Condena. El gran problema es vivir la fe como una simple y mera herencia cultural y no como una "experiencia profunda de amor" que Él nos tiene y nos hace ver y percibir nuestra realidad y la de los demás como algo nuevo y comprensible: La del AMOR QUE NOS HACE LIBRES.
  • No queda otra que replantearnos el significado de Dios no solo en nuestras vidas sino en nuestras iglesias en la que muchas veces lo que buscamos es el mero cumplimiento de la norma y no el generar una Iglesia viva y solidaria capaz de generar desde ella misma una BUENA NOTICIA, la de Jesucristo, que pueda ser esa respuesta a la auténtica respuesta que buscamos, la de la propia felicidad.
  • ¿Qué predicaba Jesús? ¿Por qué no seguir en su misma línea? El predicaba unos valores, ¿por qué no centrarse en ellos? Perdón, solidaridad, cercanía, amor, servicio, potenciar el valor humano.....