28/2/14

Tener un buen día, una buena vida


Todo en la vida tiene su sentido, lo que sucede es que no aceptamos la realidad tal y cual es. Cuando no lo hacemos nuestra vida se para en ese instante, se fija en ese acontecimiento, se encarcela en esa realidad mientras todo fluye y continua. Como dice esta frase del Rincón del Tibet, elegimos cargar con lo que no queremos. ¿Qué curioso, no? Elegimos lo que no queremos.

Somos prisioneros de metas, de sueños, de ilusiones, de ideas, de creencias, de personas, de esquemas mentales. Lo somos y no nos damos cuenta. Solamente cuando aparece el mal día y tenemos la capacidad de verlo de forma libre nos damos cuenta de que hay una realidad en nosotros que rechaza la realidad de la misma vida: es nuestra lucha contra lo que no aceptamos o contra lo que no tenemos o no hemos conseguido. Somos esclavos de ello.

Es curioso que muchas veces cuando esto nos pasa nos damos cuenta que buscamos fuera de nosotros mismos lo que tal vez está dentro. Cada realidad nos muestra, por una parte, lo que la vida es y, por la otra, lo que nosotros somos ante la vida. Preferimos criticar o quejarnos de la vida en vez de aprender a crecer a través de lo que la vida nos presenta.

Es ahí donde la vida se convierte en un bonito y auténtico puzzle, un puzzle en el que tenemos que ir encajando todas y cada una de las piezas de las que se forma la vida, la misma realidad. Ello requiere algo tan sumamente importante cómo es la tranquilidad. Esta virtud es la que nos permite ver, observar, pensar, buscar salidas, alternativas, soluciones hasta que, al hacerlo, vemos que en la vida todo encaja y todo tiene su sentido.

Es nuestra capacidad de no pararnos ante el dolor, sino la de seguir mirando hacia adelante intentando el armar el bonito puzzle de la vida que nos ayuda a ser auténticamente felices hasta el punto de ser parte de la misma vida que es capaz de generar vida en las circunstancias adversas que nos podemos encontrar en cualquier momento.

Vivir el dolor, vivir la alegría, vivir el momento es importante. Ser libres ante ello, también. Ser libres para tomar y para dejar. Ser libres para seguir viviendo y buscando en medio de los desiertos el agua que hará florecer en medio de la arena árida cualquier tipo de vergel. Libres, sí. Libres para vivir. No es libre el que hace lo que quiere, sino el quiere y vive lo que hace.