19/11/14

Asociarse hace la fuerza.



"Dime con quien andas y te diré quien eres", reza el dicho popular. Dicen que somos el resultado de lo que vemos, leemos y de con quien andamos. Podemos ser diferentes pero la cercanía hace que nos identifiquemos anímicamente tanto que nos vayamos asociando no solo en afecto sino también en creencias y hábitos de vida.

¿Qué quiero en la vida? ¿Cuando lo quiero? ¿Cómo lo voy a conseguir? Son preguntas que son imprescindibles a la hora de iniciar la travesía hacia lo que buscamos en la vida. Pero no podemos dejar de lado una premisa fundamental: contagiarnos de aquellos que buscan lo mismo que nosotros. Para ello nada mejor que buscarlos, compartir ideas y sobre todo tiempo.

Lo del tiempo lo digo porque si lo compartimos algo siempre se pega: el afecto, la admiración, la gratitud y sobre todo los medios que ellos utilizan o han utilizado para conseguirlo. Es la fuerza de la asociación, del equipo, del grupo de personas que "tienen un mismo objetivo o punto de mira".

En nuestra experiencia de la vida, ¿qué nos ha aportado el grupo de gente que nos ha ayudado a conseguir aquello que buscábamos? Cuando un equipo de fútbol no tiene ese sentido de equipo, de apuntar hacia lo mismo y de aprender del resto del equipo, así como confiar en el ellos, el equipo no logra metas.

La gente con la que me relaciono, ¿tiene mis mismas miras y objetivos? ¿me siento parte del grupo de triunfadores? ¿Necesito estar con ellos? La empatía, el sentimiento de grupo, hace que en los momentos bajos nos sintamos más motivados por la presencia de gente motivada y triunfadora. "Buscar ese tipo de gente" es importante para que nosotros miremos en la misma dirección, nos sintamos apoyados y enriquecidos por el resto del grupo.