20/4/15

El sentido de las cosas.



Cuenta una historia que tres albañiles estaban desempeñando la misma tarea a las afueras de un pueblo. De pronto apareció un niño, que se acercó a ellos con curiosidad. Estaba intrigado por el tipo de obra que estaban construyendo. Al observar al primer obrero, se dio cuenta de que no paraba de negar con la cabeza. Parecía molesto y enfadado. Sin embargo, el chaval se armó de valor y le preguntó: “¿Qué está usted haciendo?”. El albañil, incrédulo, lo miró despectivamente y le respondió: “¿Qué pregunta más tonta es esa? ¿Acaso no lo ves? ¡Estoy apilando ladrillos!”.  
Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. Por eso se dirigió al segundo operario, cuya mirada irradiaba resignación e indiferencia. “Perdone que le interrumpa, señor”, dijo el chaval con cautela. “Si es tan amable, ¿me podría decir que está usted haciendo?”. Cabizbajo, el albañil se limitó a contestarle: “Nada importante. Tan solo estoy levantando una pared”.

Finalmente, el niño se acercó hasta el tercer obrero, quien silbaba mientras disfrutaba de su tarea. Tanto es así que el chaval se acercó con más tranquilidad y confianza. Y nada más verlo, el albañil le saludó: “¡Buenos días, jovencito! ¿Qué te trae por esta obra?”. Sorprendido por su buen humor, el chaval le contestó: “Tengo mucha curiosidad por saber qué está usted haciendo”. Aquel comentario provocó que el operario irradiara una enorme sonrisa. Y, con cierto tono de satisfacción, le respondió: “¡Estoy construyendo el hospital infantil del pueblo!”.
Hay una gran diferencia entre hacer las cosas por hacer y hacerlas por algún motivo. La pequeña historia de los que estaban construyendo el hospital infantil es mucho más que elocuente. El sentido que le damos a las cosas y la motivación que ello conllevan confieren  una importancia total a la actitud que mantenemos ante la vida y lo que en ella hacemos.

Es fácil que el aburrimiento, la monotonía y el cansancio se apoderen de nosotros cuando el sentido de lo que hacemos no está claro. Y si el sentido de lo que hacemos en la vida tiene una incidencia positiva en los demás, como en la historia es el caso de los niños enfermos, la motivación siempre es mucho más grande pues siempre estará en nuestra mente el haber formado parte de un proyecto que ha ayudado a otros a crecer y a sonreír.

Hace unos minutos leía el mensaje de un amigo al otro lado del Atlántico que decía que al principio entraba en uno de los negocios en los que está por el dinero que podía ganar. Hoy, decía, está para ayudar a otros a alcanzar lo que él ha logrado y por el clima o ambiente que se encuentra en toda su red de trabajo desde una a otra parte del mundo.

El sentido que le damos a as cosas provoca una fuerza, la motivación, y ésta provoca una actitud que pocos podrán parar. El único obstáculo que nos podemos encontrar es perder la consciencia de lo que hacemos cada día, es decir, caer en la rutina y, sobre todo, el hacia donde vamos y el porqué hacia allí vamos.

Sentido, motivación y actitud las claves para vivir lo que hacemos en cada momento y tener la actitud positiva correspondiente para que como decía Confuncio que si hacemos lo que nos gusta ni un sólo día de nuestra vida trabajaremos.