9/2/16

El arte de saber saber elegir.



Esta frase de Paulo Coelho viene al dedo sobre unos problemas que escuchaba ayer sobre la relación que se da entre amistades, aunque también se puede extender hacia relaciones de pareja y, ¿por qué no?, hacia cualquier decisión que tomemos en la vida.

Somos muchas veces impulsivos, y los impulsos los damos sobre las necesidades que tenemos. Las necesidades más las expectativas que ponemos en lo que elegimos puede ser cocktel que nos puede llevar a una espiral de sufrimiento bastante grande.

En medio de las muchas elecciones que hacemos cada día lo que elegimos, ¿suma, resta, divide, multiplica, da seguridad, confianza, dudas, etc? En cuestiones de amistad, y por la conversación en la que participaba yo ayer, muchas veces tienes que vivir situaciones en las que hay que demostrar, hay que arrodillarse, hay que estar buscando constantemente al otro y tienes que vivir en medio de las muchas dudas que otras personas tienen sobre ti. ¿Cómo se siente esa o esas personas? La persona a quien le escuchaba contar la situación nos lo contaba con lágrimas, desconcierto y con ese sentimiento de no sentirse amado o aceptado. Dura realidad. De ahí surgen cantidad de preguntas:
  • ¿Por qué elegimos a unas personas y a otras no?
  • ¿Por qué elegimos ciertas situaciones que restan en nuestra vida en vez de sumar?
  • ¿Por qué nos metemos en laberintos que en vez de darnos seguridad en nosotros mismos nos desconciertan y nos hacen dudar de nosotros?
  • ¿Por qué elegimos siempre aquello que no nos beneficia?
Seguramente es porque, entre otras cosas, nuestra autoestima es baja y buscamos apoyarnos en la primera circunstancia o persona que nos da cierta seguridad o bienestar momentáneo. Es probable es que valoremos al otro hasta el punto de sentirnos seguros a su lado, pero no seguros al lado de uno mismo. 

Nuestras necesidades crean dependencias de personas o de cosas. Ponemos a éstas como algo más importante que nosotros mismos al punto que vivimos a merced de lo que ellas quieren de nosotros. Lógicamente nos lleva a una servidumbre de personas, cosas o circunstancias que no nos hacen sentir bien en un momento determinado de nuestra vida. Dejarlas de lado en un momento determinado nos aboca a una serie de decisiones que, de querer ser libres, independientes y nosotros mismos, nos llevan a la soledad más que nada porque hemos dependido de ese mundo elegido.

Volver a confiar en uno mismo es fundamental, pero un trago amargo de tener que romper y saber elegir personas, trabajos y circunstancias que sumen y aporten a nuestra vida, que nos hagan sentir valiosos con nosotros mismos y que sintamos que la vida, las personas y los trabajos que realizamos también aportan a nuestra vida y a nuestras personas.

Tal vez siempre esta pregunta debería acompañarnos en la vida en cada momento: ¿Qué aporto y me que aporta la vida, el trabajo que hago y las personas con las que me relaciono? Si la respuesta es nada tal vez sea el momento de comenzar a buscar y a dejar enriquecerse por la vida, personas y circunstancias diferentes.

Como decía Einstein, si queremos resultados diferentes, hagamos cosas diferentes.