21/4/16

La falsa humildad.




Al Maestro le divertía sobremanera esa falsa autoestima que intenta pasar por humildad.  Y ésta es la parábola que en cierta ocasión contó a sus discípulos: 


Dos hombres, un sacerdote y un sacristán, 

acudieron a una iglesia a orar. 


El sacerdote, dándose golpes de pecho, 
exclamaba fuera de sí: . 

«¡Señor, soy el más vil de los hombres 
y el más indigno de tu gracia!


¡Soy un desastre y una nulidad! 
¡Ten compasión de mí!» 

No lejos del sacerdote, 
el sacristán también se daba golpes de pecho 

y gritaba lleno de fervor: 

«¡Ten compasión de mí, Señor, 
que soy un pecador y un miserable !» 

El sacerdote, al oírlo, 
se volvió arrogante hacia él y dijo: 

«¡Lo que faltaba: mira quién se atreve a decir que es un miserable! 


»